Si estás leyendo esto, quiero decirte algo: no eres la única y no estas sola, yo también he sentido que mi valor se mide en kilos, que mi éxito está atado a mi talla de ropa, que mi cuerpo es un campo de batalla entre el hambre y la aceptación. Te escribo esto porque, yo al igual que tú, crecí creyendo que ser delgada y bonita era la respuesta a todo.
Nos enseñaron que teníamos que ser delgadas para ser elegidas, amadas, vistas. Nos hicieron creer que la delgadez era la llave maestra para abrir todas las puertas: la del amor, la del éxito, la del respeto. Desde niñas, absorbimos estas ideas como verdades absolutas, reforzadas por nuestras familias, los medios, las redes sociales, las miradas de desconocidos y los comentarios de nuestros amigxs o parejas.
Y así, con el mandato de la delgadez, aprendimos a vivir con hambre.
Pero, ¿y si te dijera que hay otra realidad?
Una próxima frontera donde el hambre no es la condición para la aceptación, donde la salud no se define por el peso, donde la recuperación es posible cuando dejamos de ver nuestros cuerpos como enemigos.
He pasado años cuestionando lo que me dijeron que era verdad. Descubrí que los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) no eran una cuestión de fuerza de voluntad ni un capricho de vanidad. No son algo que elegimos. Son el resultado de una combinación compleja entre lo biológico-genético, lo psicológico-emocional y lo social-cultural. No es solo un tema de comida; es un reflejo de un sistema que nos educa para restringirnos, para castigarnos, para vivir en la insatisfacción permanente.
Pero he empezado a descubrir un nuevo mundo, donde la ciencia ha demostrado que el peso no es un indicador absoluto de la salud, que es normal que los cuerpos sean diversos y que el bienestar no puede reducirse a cuánto pesas o mides.
No todos podemos tener los mismos cuerpos, y ojalá alguien me lo hubiera dicho cuando era niña, porque algunas luchamos con la comida y la imagen corporal de maneras que otros no pueden comprender. Comprendí que muchos de mis traumas vienen de generaciones atrás, de personas que también crecieron bajo el mandato de la delgadez, de padres que no supieron ofrecer otra alternativa.
Entender esto ha cambiado mi forma de ver la alimentación, la salud y mi relación con mi cuerpo. Es urgente que hablemos de estas realidades desde un lugar libre de juicios y basado en evidencia.
Nos dijeron que ser “saludable” significaba controlar nuestro peso, comer “bien”, seguir reglas. Pero la verdadera salud no es eso. La verdadera salud física, mental y emocional es cuando dejamos de vivir con miedo a nuestros cuerpos, cuando nos reconciliamos con el hambre sin culpa, cuando comprendemos que merecemos existir sin justificarnos.
Soy alguien que ha vivido en carne propia lo que significa un TCA y estudio para comprenderme, para sanarme y para compartir con otras mujeres lo que yo hubiera querido saber antes.
Por eso, hoy te invito a cuestionar. A rebelarte. A imaginar un mundo donde no tengas que desaparecerte para ser amada. A preguntarte si la delgadez realmente te ha dado lo que prometía o si solo te ha dejado con más hambre.
Hambre de vida, de paz, de ti misma.
Y si alguna vez sientes que te pierdes en el ruido de los estándares, vuelve aquí. No estás sola. Nunca lo estuviste.
Con amor y con hambre de libertad,
Mar.
